El santanderino paseo de Pereda se prolonga
hasta el atracadero de las reinas, las lanchas que llevan pasajeros a Somo y Pedreña, cruza la bahía. Hay
cuatro niños de bronce sentados en el muelle, uno tirándose de cabeza al agua.
El monumento conmemora a los Raqueros, unos
niños que se saben un chapuzón, para buscar las monedas que les lanzaban los
turistas. Así se ganaban la vida, los pobres.
El que viene de fuera llama playa del
Sardinero al espacio de arena y mar en el que los santanderinos distinguen varias
playas sucesivas: el Camello, la Concha,
la primera playa del Sardinero, la segunda playa del Sardinero, y la playa de
los Molinucos, ya torciendo hacia el cabo Menor.
Aquí empezaron los baños de ola. Los primeros
bañistas aparecieron en el Sardinero en tiempos de Isabel II, en 1861. Si
proseguimos el paseo gasta los jardines de Piquío veremos altísimas palmeras y
olmos centenarios de enormes troncos.
Se prolonga en el parque de Mesones y el de
Mataleñas, que se extien de hasta el cabo Menor. Este parque lo creó una familia
muy viajera, los Pérez Izaguirre,
que traía semillas de todas partes.